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HISTORIAS DE LUCHA OBRERA


Ladrillo y madera


Que tanto Marcos como Mateo son gente rara no debería sorprendernos a estas alturas, pero es que a veces, de raros que son, llegan a la extravagancia, superando en extrañeza al mismísimo Dalí.


En una de las clásicas reuniones que no sirven para nada, en uno de esos días calurosos de verano, quizá por el calor o el bochorno por la humedad, se presentó Marcos al despacho con 3 ladrillos que había encontrado en el contenedor de runa de una obra del centro. ¿Para qué? preguntaréis, pues no lo sé, ante la pregunta se rió pero no dijo nada.

Al cabo de unos 20 minutos apareció Mateo con unas tablas roñosas y llenas de clavos de un palé que había en el mismo contenedor de runa donde Marcos había cogido los ladrillos. "Esto es para la barbacoa" decía, riéndose también. A saber cuales eran sus intenciones (aun me lo pregunto).

Podría parecer premeditado, pero os aseguro que fue totalmente casual, ellos eran así.


Llegó el jefe, con su traje de corbata y su sempiterna carpeta negra llena de papeles, mirando el móvil, como siempre. Al entrar, levantó la vista del móvil para saludar y se quedó un par de segundos parado, mirando al suelo donde estaban los ladrillos y las maderas. Imaginaos un despacho de esos modernos, estéril, de colores claros, mobiliario blanco, que parecen decorados para anuncios, y en mitad, 3 ladrillos mellados y algunas maderas roñosas.

Cerró los ojos con expresión de resignación y entró.


— ¿Y eso?— dijo señalando aquellos objetos que no pegaban con el resto del despacho.

— Cosas— dijo Marcos

— Las maderas son para la hoguera de San Juan que vamos a hacer en el patio, a ver si quemamos lo malo para dar paso a lo bueno, así que ve con ojo— dijo Mateo marcando las últimas palabras y riendo al final.


El jefe intentó seguir la broma como pudo sin demasiada gracia, aunque por dentro seguro que estaba imaginandose a estos 2 encadenados en una pedrera picando piedra.


Cada dos por tres, al jefe se le iba la mirada a la estampa que tenía a 3 metros. "¿Para que narices habrán dejado eso ahí?" debía pensar, y lo bueno es que resultó una buena distracción, ya que al final del único punto del orden del día, acabó diciendo "bueno, dejadme que me lo mire con calma y os digo algo".

Es curioso, este jefe es muy largo, no se le escapa una, y que necesitara mirar 'con calma' un solo punto de mierda era señal de que no estaba a gusto en esa situación, (como tiene que ser).


Aprendí que las mentes de Marcos y Mateo se complementan a la perfección, y nunca sabré si al coincidir con esos objetos, decidieron usarlos como elementos de distracción o qué, porque os aseguro que cuando estos dos se miran, se hablan con la mirada.



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